Los coreanos aun aman Corea

(Traducción libre del artículo Koreans still love Korea de David A. Tizzard para The Korea Times. Aunque se ha intentado conservar el sentido original del texto, algunos fragmentos podrían estar mal traducidos debido a diferencias culturales e idiomáticas. Otros fragmentos se han adaptado para una mejor lectura en formato blog. Traducción sin permiso del autor).

David A. Tizzard

Siempre me ha intrigado por qué los medios de comunicación sólo reflejan la tragedia de la vida coreana. Por qué los que tienen más influencia social son los que censuran todo lo que se ha construido. Y por qué aquellos cuya voz se oye más fuerte nos dicen que el país, la cultura y el tejido mismo de la sociedad están podridos hasta la médula. Los políticos hacen carrera con esto. Las personas influyentes ganan millones.

Y el resultado es que la Corea creada en la conciencia colectiva es una cultura deprimida, gris y brutal que esclaviza a la gente, sin proporcionarle ningún respiro espiritual. Se tambalea hacia la extinción; la muerte supera a la vida. Las sombras, el lado oscuro, crecen cada vez más.

Y cuando la gente lee estas historias, siente compasión. Una alegre condescendencia por los pobres asiáticos que sufren en una tecno-distopía orientalista. «¿Cuándo se les permitirá ser ellos mismos? ¿Ser más como nosotros? ¿No superarán nunca este letargo?», se pregunta la gente en los comentarios de Instagram y YouTube. Los ecos de «Parasite», «SkyCastle» y «The Glory» resuenan en nuestros oídos.

Patriotismo

Los coreanos aman su país. Tanto que a veces les resulta difícil mirar con objetividad la historia y la política. Pero más allá del apasionado nacionalismo común a todos los estados, existe un amor por todo lo coreano. Las banderas llenan pasillos, carreteras y edificios de oficinas. El himno se canta con gusto antes de los partidos de béisbol. La comida y la bebida locales se consumen con un profundo placer. Se ensalza a los héroes. La propia palabra «Corea» trae consigo un sentimiento de orgullo, identidad y pertenencia.

Para algunos de ellos es difícil ver su país retratado en la escena mundial como algo podrido. Como poseedor de alguna enfermedad incurable que desemboca en el suicidio o el nihilismo. Por un lado, por fin se ve al país. Ha salido de las sombras de China y Japón y por fin es reconocido por millones de personas en todo el mundo. «¿Conoces el kimchi?», se preguntaba antes con seriedad. Ahora se ve como algo casi ofensivo. La comida, las ciudades y la cultura han entrado en el léxico global. Mukbang, daebak, japchae, kimbap y muchas otras palabras se han incorporado al Diccionario Oxford de la lengua inglesa. Incluso la letra K se define ahora oficialmente como «(Aquella que) Forma palabras relacionadas a Corea del Sur y su cultura (popular), como K-beauty, K-culture, K-food, K-style, etc.».

Jóvenes

Hace poco me senté con tres jóvenes coreanos y les pregunté cómo era vivir aquí. ¿Cómo se sienten viviendo en Corea? ¿Los medios de comunicación hacen las cosas bien? ¿O nos hacen caer en la negatividad y el nihilismo? Lo interesante es que las voces de Yunseo, Yewon y Kyunghoon a menudo no se escuchan. Puedes ver toda la conversación aquí, en línea, mientras bromean sobre sus experiencias y hablan libremente sobre la experiencia coreana de Corea.

«Comparados con otros países, tenemos el mejor sistema de seguridad y bienestar social. Y no tenemos que preocuparnos de que nos disparen», dice Yewon riendo. Yunseo está de acuerdo: «La zona es tranquila y puedo ir a cualquier sitio porque el metro es muy bueno. Lo único de lo que tengo que preocuparme es de no perder el último metro a casa. No siento la amenaza de ser atacada». Yunseo también vive en un apartamento sólo para mujeres en Seúl. Ni siquiera le permiten llevar a su padre o a su novio al edificio. Los complejos circundantes son iguales, por lo que tiene una sensación de seguridad que no sólo proviene del alojamiento, sino también de la comunidad entre la que vive.

Kyunghoon amplió la conversación: «Si realmente pensamos en la experiencia humana media en esta tierra, no es grandiosa. Hay mil millones de personas que viven en la pobreza y otras que no tienen acceso a cosas muy básicas. Nosotros tenemos fácil acceso a la educación, lo que no es el caso de algunas personas. Para mí, Seúl es la mejor ciudad del mundo. Puedo salir de casa a la una de la madrugada y comer lo que quiera. Los coreanos trabajan duro y se esfuerzan más duro que nadie que yo conozca. Nos urge hacer las cosas a tiempo. Y si puedes sobrevivir a eso, Seúl es un lugar seguro. Aquí hay muchas oportunidades. El metro a veces está abarrotado, pero funciona. Corea tiene muchas cosas que la gente puede utilizar para hacer su vida mucho mejor, pero no se valora lo suficiente».

Humildes comparaciones

Habiendo visto el nivel educativo de cientos de estudiantes internacionales cada año, debo estar de acuerdo en que los coreanos lo hacen de forma excelente. No sólo compiten con sus compañeros, sino que a menudo los superan. Y, no hay que olvidarlo, generalmente lo hacen en su segunda lengua. Es fácil tachar a los coreanos de faltos de creatividad o víctimas de la memorización. Pero dales la oportunidad de hacer algo, dales un reto, y verás cómo lo cogen con las dos manos. Obsérvelos levantarse cada día y estar dispuestos a trabajar. Para mejorar.

Los universitarios coreanos acuden a mí todo el tiempo y me preguntan: «¿Cómo puedo mejorar?». La simple humildad de la pregunta y el deseo de superarse, de dar un paso adelante, están siempre ahí. Esa actitud se percibe en toda la sociedad. Sí, a algunas personas les resulta duro y opresivo. Pero, ¿de qué otra forma se puede convertir la pobreza y el hambre en seguridad y riqueza? ¿Simplemente pidiendo a la gente que te dé cosas gratis? Buena suerte con eso. A los coreanos no les han regalado un país rico y seguro. Lo han construido ellos mismos.

Yewon concluyó nuestra conversación diciendo: «Me encanta Corea y respeto mucho cómo hemos pasado por un desarrollo tan rápido. Todavía tenemos algunos problemas por ello, pero si salimos al extranjero, conocemos a otras personas y tenemos una mente abierta, podemos mejorar nuestro país». Y sí que hay problemas. El trío habló de los retos económicos, del racismo que existe y de la dificultad de ser gay aquí. Todavía hay mucho que el país puede y debe hacer. Creo que al final acertarán en casi todo.

El inmigrante

La semana pasada estuve en Jeju para escalar la montaña más alta del país. Al aterrizar en el aeropuerto, uno de los coreanos del grupo me preguntó (en coreano) por qué estaba aquí. «Patriotismo», le respondí. Quiero conocer este país lo más posible, escalar sus montañas, hablar con su gente y respirar su aire». Me miró con una mezcla de perplejidad y curiosidad: «Es la primera vez que oigo a un extranjero decir que siente patriotismo por Corea».

Esperemos que no sea el último.

David A. Tizzard (datizzard@swu.ac.kr) es Doctor en Estudios Coreanos e imparte clases en la Universidad Femenina de Seúl y en la Universidad de Hanyang. Es comentarista sociocultural y músico, y lleva casi dos décadas viviendo en Corea. También es el presentador del podcast «Korea Deconstructed», que puede encontrarse en Internet.

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